Marino mercante, vendedor de seguros, bombero de ferrocarriles… a sus 30 años, Harland David Sanders había hecho de todo para ganarse la vida.
Incluso, se alistó al ejército de Estados Unidos y cumplió con servicio militar en Cuba.
Luego de tantos trabajos, buscó independizarse de una vez por todas. Así, en 1929, adquirió un pequeño restaurante improvisado dentro de una estación de servicio en Cobin, Kentucky.
Allí preparaba jamón campestre, filetes y, su plato especial, pollo. Era, además de emprendedor, un aprendiz de cocinero, al que el arte culinario le fluía de manera natural.
El pollo frito, en concreto, era su preparación especial. Si bien nunca contó su secreto gastronómico del todo, si dejó pistas: llevaba 11 hierbas especias que le daban un sabor único.
Su popularidad como cocinero creció de forma acelerada, a tal punto que el estado de Kentucky le concedió la distinción honorífica de “Coronel Kentucky”, en 1935.
Apenas 1 año después construyó su primer gran restaurante, con capacidad para atender casi 150 comensales.
Sanders ya era el rey del pollo frito en Kentucky, ¿pero podría expandirse a nivel nacional e, incluso, internacional?
El primer gran punto de inflexión de Sanders y su pollo frito
El “Coronel” pasó toda la década de los 40 intentando expandir su negocio, pero la realidad es que ninguno de los proyectos parecía factible.
En primer lugar, abrir nuevas sucursales lo obligaría a aumentar costos de manera acelerada. Por otro lado, la 2da Guerra Mundial había paralizado el turismo y afectado las ventas.
Esto lo llevó a hacer un análisis profundo de sus operaciones. Y los resultados no fueron los que seguramente deseaba: el restaurante funcionaba bajo un margen de ganancias mínimo y, si bien todos amaban su pollo, no estaba realmente listo para crecer.
Así, Sanders entendió que no podría crecer solo y que, además, tendría que compartir con otros sus recetas y metodologías de preparación, que con tanto recelo guardaba.
Reinvención y nuevo plan de acción
Sander ya sabía sobre qué terreno pisaba. Necesitaba ayuda, trabajar en equipo. Tenía que abrir las puertas de su cocina y su icónica receta.
Y esto lo llevó a plantearse un nuevo modelo de negocio, que varias compañías de Estados Unidos ya estaban ensayando en la época: las franquicias.
Y esto dio paso, en 1952, a Kentucky Fried Chicken o, simplemente, KFC.
Sí, Sanders es el protagonista del particular logo de la empresa, ese curioso hombre mayor vestido de cocinero.
Y es que al momento de la fundación de KFC, tenía 62 años de edad y toda una vida de ensayos y errores como hombre de negocios.
Ese mismo año, el “Coronel” vendió su primera sucursal en Salt Lake City, Utah, y de esa manera inició oficialmente una de las primeras franquicias de comida rápida en el mundo, incluso antes de la llegada de grandes actores del mercado como McDonald’s.
Este cambio de modelo, basado en un análisis interno objetivo, que consideró limitaciones y puntos débiles, llevó a Sanders y KFC a la internacionalización y, por supuesto, ingresos millonarios.
Hoy, KFC presume de más de 20 mil restaurantes distribuidos en 150 países y está en el top 5 de franquicias más grandes del mundo.
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